Ser romántico, sexual, apasionado, odiar el desamor, ahogarse en el cuerpo femenino, amar cada experiencia con una mujer, despreciar el rechazo, amar y odiar por igual, escribir cada sentimiento de amor y odio, hablar de experiencias propias e imaginarias en mis escritos, dejar volar la imaginación del lector con mis letras y tratar de conectar con recuerdos y sentimientos muy propios. Juan Guillermo Gutiérrez Aragón.
LA OSCURIDAD QUE IMPREGNA EL AMOR
LA OSCURIDAD QUE IMPREGNA EL AMOR
SE MOLDEA UNA HISTORIA
sábado, 15 de mayo de 2021
PROCESOS DE PAZ EN COLOMBIA
Entre el boicot y la negligencia.
La paz en Colombia es un sueño, un anhelo, algo intangible a la vista, pero que vive como sangre coagulada en los corazones de los colombianos. Los procesos en Colombia son marcados por la indiferencia y el olvido, sin mencionar el odio creciente entre los mismos vecinos de la patria. Los ciudadanos olvidan pronto lo que les conviene, endiosan personajes que le hacen más daño que bien a nuestra tierra y se dejan llenar de odio mutuo, perpetuando la vida de una guerra que ha consumido más de 50 años nuestro país. Esto sin mencionar la corrupción que se cierne sobre nuestras cabezas como manto de seda, adornando nuestra coronilla para seguir recibiendo misa dentro de un país tan conservador y católico, que hasta miedo a hablar da y donde la guerra y la corrupción se nos volvieron paisaje, so pena de muerte por desconocidos a quien se atreva a estar en contra de esa pintura natural llamada vida.
Colombia es históricamente olvidadiza e indolente, desde tiempos inmemoriales y que tal vez muchos no recuerden, otros olvidaron y unos pocos decidieron dejar de lado y seguir adelante (Omitir), la corrupción, la traición y la guerra en Colombia siempre han existido, la injusticia es otro agente presente en nuestra historia y que se dio lugar por primera vez (Tal vez en otros momentos también), desde el patíbulo donde la Pola pronunció lo que sería su último grito de guerra en busca de la libertad, la equidad (No la igualdad) y la justicia, mismo que a largo plazo sería la carta de presentación de Colombia durante toda su historia, o por lo menos, lo que quiero creer, piensan también los más críticos en materia política. Algunas de las frases que aquella mujer pronunció en el último discurso, previo a su ejecución por fusilamiento y que aún suenan a ironía en nuestros tiempos, fueron: “[…] ¡Pueblo indolente! […] ¡Cuán distinta sería hoy vuestra suerte si conocierais el precio de la libertad! […] No olvidéis este ejemplo. […] ¡Algún día tendréis más dignidad!” (Policarpa Salavarrieta Ríos, 14 de noviembre de 1817)
La corrupción es una labor que la gran mayoría de colombianos alimenta día a día, la guerra por otra parte es una tarea recurrente en la vida de todos (Me incluyo) y un negocio rentable para unos pocos astutos. Al día de hoy, muchos más han muerto tratando de regalarle una mejor Colombia a las generaciones futuras, personas como Jorge Eliécer Gaitán, activista y defensor de las causas populares, quien trató de dar un ejemplo y cátedra de lo que podría lograrse con eso, con la lucha, con la verdad, con el trabajo duro y el cumplimiento de la verdadera democracia, demostrar que efectivamente Colombia es un Estado Social de Derecho, que ésta Colombia es democrática, participativa y pluralista, entre otros bellos apelativos que suenan a romanticismo poético cuando se lee la constitución con pasión y arrojo. La muerte de Gaitán desencadenó las protestas popularmente conocidas como el Bogotazo y marcó el inicio de un período bastante sangriento en Colombia, conocido entre los aún ancianos y abuelos sobrevivientes de la patria como La Violencia, la cual acusó enfrentamientos entre Godos y Liberales, en la cual ningún Liberal podía decirse así mismo como seguidor del partido rojo, a no ser de que buscara la muerte en territorio azul y viceversa, los Godos podrían morir en veredas, pueblos o territorios donde mayor aglomeración Liberal hubiera.
Así pues y después de muchas muertes y cero paz, llegó la Constitución Política de La República De Colombia de 1991, la cual se dio bajo el mandato de César Gaviria Trujillo, luego de que éste asumiera la figura de candidato presidencial, previo a la muerte de un líder en la historia, Luis Carlos Galán Sarmiento y a partir de allí se puede empezar a mostrar, si bien no el único argumento, por lo menos sí uno de tantos y de más peso, que señale la violencia hacia líderes sociales en Colombia, como el pilar fundamental para callar a quien piense diferente y que más allá de que se convierta en un héroe caído, la realidad es que esas masacres ideológicas solo demuestran que somos unos indolentes y unos olvidadizos recurrentes:
En 1986 una fallida reforma política que pretendía extender la participación ciudadana y evitar la corrupción administrativa, dio lugar a un movimiento estudiantil y político que propuso la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente para las elecciones de 1990, movimiento que surgió en el marco de la violencia que agitó a Colombia durante esa década y asociaba los problemas del país con la falta de participación e inclusión política. Las desmovilizaciones de los grupos guerrilleros M-19 (1990), EPL y Quintín Lame (1991), contribuyeron a crear un ambiente social en el que la transformación del país por la vía política y jurídica se veía como el camino más promisorio. (Cualquier documento de derecha, izquierda o neutral que contenga la historia de Colombia)
Que bonita fue esa declaración, setenta firmantes y cientos de muertos sirviendo de mesa para poder llegar antes a una Constituyente, cuyos presidentes fueron Álvaro Gómez Hurtado por el Movimiento de Salvación Nacional, Horacio Serpa por el Partido Liberal y Antonio Navarro Wolff por la Alianza Democrática M-19 (Movimiento político que nació a partir de la desmovilización del M-19). Que bonito es recordar el discurso final de Álvaro Gómez en la firma de la Constituyente, que rezaba así: “[…] pretendemos que haya un renacimiento de los conceptos esenciales, de la bondad, de lo honesto, de lo verdadero. Y colmaría nuestros anhelos que los colombianos valoráramos de nuevo lo que significa para la paz, la condición espiritual del hombre. Allá en lo alto, siguen estando todas las posibilidades de preservar para siempre la dignidad humana” (1991)
Cinco años después fue masacrado por el Estado colombiano, negando culpas aún hoy, pero insinuando verdades a medias en libros biográficos y entrevistas dadas a canales alternativos, es decir, canales no vistos o escuchados nunca. Pero Gómez Hurtado no fue el único en morir, el valiente líder del movimiento político M-19, Carlos Pizarro Leongómez y en momentos donde era candidato presidencial, también sufrió su muerte a manos de un “sicario paramilitar” dentro de un avión, un asesino que al día de hoy se encuentra olvidado por el país y no vale la pena recordarlo, un asesino ideológico pagado que solo será recordado eternamente por la hija de Leongómez y tal vez algunas personas cercanas al mismo Pizarro. Sin mencionar la multitud de muertos que sufrieron los miembros de la UP bajo las órdenes de los hermanos Carlos y Fidel Castaño, jefes de las AUC, conocidas popularmente como paramilitares o “Paras” y creadas como contrainsurgencia para repeler la guerrilla que rondaba por las selvas tricolor, pero que también mataban políticos y líderes populares que no fueran del agrado de su fundador silencioso, alguien que se nombrará más adelante, pero bajo seudónimos, porque un nombre lleva muerte y se asemeja al popular personaje de Tim Burton, Beetlejuice, quien a ser nombrado tres veces aparecía y no había modo de hacerlo desaparecer.
El Estado se ha encargado de personajes que le hacen daño a su imagen, que con su pensar o accionar desestabilizan X o Y mandato, eso también suma a la guerra que sostiene el país, pero aún así… de manera incomprensible la gente olvida, por una u otra razón lo hace y ese paradigma no cambia en la mente del colombiano. Entonces, qué pasa cuando la política sucia, la corrupción y la guerra se comen toda la comida y manjares y solo nos deja una marca de hollín en nuestros platos, qué pasa cuando tenemos hambre y al abrir la nevera está vacía, qué ocurre cuando los gobernantes de turno aparecen como óxido en nuestro desgastado trasegar de la vida, cuando la corrupción parece adherirse a cada una de nuestras acciones justificando su existencia, cuando los abusos de poder no nos hastían, cuando glorificamos a personajes de dudosa procedencia y les damos nuestros votos para que logren títulos que no nos representan, pero de igual forma lo hacemos como autómatas, cuando como colombianos no nos dan tan siquiera indicios de arcadas o un mínimo de náuseas por lo que vemos que pasa, sabemos que ocurre, conocemos para dónde va e ignoramos lo que seguro pasará. ¿Qué pasa? Nada, seguimos igual y alimentamos el odio con la misma historia, se nos hizo paisaje la guerra y la corrupción.
Más conflictos armados ocurrían en nuestro país y en el año de 1997 iniciaron unas negociaciones con el líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP), Manuel Marulanda Vélez, conocido más fácil por Colombia como “Tirofijo”, negociaciones que llevaron a unos diálogos de paz, materializados en el Gobierno Pastrana entre enero del año 99’ y agosto del 2002, la primera payasada de muchas que ha vivido el pueblo colombiano, esperando su tan anhelada paz. Aún con las FARC-EP negociando la paz, los enfrentamientos militares entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Autodefensas Unidad de Colombia (AUC) continuaban en las selvas de Colombia. Las AUC fueron conocida como un movimiento militar contrainsurgente de ultra derecha , nacido en 1997 y desmovilizado en el 2006 y cuyo nacimiento se le atribuye a uno de los personajes más pintorescos de nuestra historia, nuestro Gran Colombiano quién no tendrá mención directa, porque nombrarlo da úlceras y excitaciones a detractores y adeptos respectivamente.
Atrás de nuestra historia quedan entonces éstos grupos como las disidencias del ELN, el EPL, las AUC, entro otras, pero entonces por qué sigue existiendo la guerra en Colombia, es simple, la política y los intereses de unos pocos siguen poniendo los ingredientes necesarios para que la guerra se siga cocinando. Aparecen entonces en nuestro radar por fin, dos figuras trascendentales en la historia cercana de Colombia. Uno el candidato por aquel entonces del Partido de la U y creador del pensamiento Uribista en los colombianos, y segundo el estadista y expresidente Juan Manuel Santos, quien además fue Premio Nobel de Paz en el año 2016 y cuyo proceso de firma de La Paz para Colombia, se inició en setiembre del 2012 y culminó en agosto de 2016, curiosos todos los acontecimientos que ocurren en agosto en nuestro país.
El patriarca de la finca El Ubérrimo se encargó de debilitar a las FARC-EP durante sus dos períodos de mandato supremo, ocho años al servicio del pueblo (Gracias), llevándolos al exterminio casi total de la mano de su entonces Ministro de Justicia Juan Manuel Santos, cuya traición política ocurriría años más adelante al ser nombrado presidente, gracias al espaldarazo dado por el el mismo patriarca en la pre-campaña de lo que aseguraría el Gobierno Santos. No digamos que la paz fue la mejor y la más perfecta, pero era paz al fin y al cabo, como dijera Antanas Mockus en el 2013 “[…] es mejor una mala paz que una buena guerra”.
Pero contrario a todo pronóstico, Santos le dio la espalda a su mentor político y decidió hacer la paz y no la guerra con las disidencias de las FARC-EP, cayó como gota furiosa de limón en el ojo del eterno. En contradicción al pensamiento guerrerista de su antecesor, Santos dejó firmado el Acuerdo de Paz, sentó las bases para la desmovilización del grupo guerrillero como grupo armado y para su asegurado nacimiento como movimiento político, entregó curules en el Senado de la República, entre otros etcéteras; pero su relevo presidencial fue tomado por Iván Duque Márquez, candidato por el partido del Centro Democrático y quién bajo las órdenes del líder máximo, Duque a dilapidado de apoco y en silencio lo firmado en la Habana.
Hasta el momento y haciendo un estudio minucioso, número uno: las masacres aumentaron un 30% en los primeros dos años del gobierno Duque; número dos: a dos años de la era Duque, campesinos sin tierra no han sentido la reforma rural; número tres: después del Acuerdo de Paz, el 52% de los líderes sociales fue asesinado en este Gobierno, para un total aproximado de quinientos; número cuatro: es un Acuerdo de Paz sin participación ciudadana; número cinco: a dos años de la paz con legalidad, el choque entre el Gobierno Duque y la justicia transicional de la JEP, ha sido vergonzoso, con reclamos por resultados de parte del Gobierno, con recortes de presupuestos a la JEP, con intentos de reforma, entre otras acciones del Ejecutivo, que demuestran que la justicia transicional no es de su agrado, ni del de su líder de Partido.
Actualmente se han abierto las puertas para una guerra civil en Colombia y se pretende entonces también que esto desencadene en una sola razón final, es decir, la firma de una nueva Constitución, pero el pueblo y la fuerza pública pagan con sangre como aderezo para conseguir la anhelada paz y libertad. Lo triste es que el Gobierno Duque ha sido el colchón sobre el cuál explotó la mierda acumulada de tantos años de corrupción y guerra interna. La realidad es que estamos en un punto de no retorno, la tercera y última Reforma Tributaria planteada por el Gobierno Duque, colapsó una gran parte de colombianos y detonó la poca paciencia que aún muchos vecinos de la Patria Boba mantenían calmada a punta de agua, novelas, realities, fútbol y acetaminofén.
Hoy somos como leones en las calle peleando por la libertad contra el domador abusador, enfurecidos y escupiendo fuego cual dragón medieval contra los gobernantes de turno y la política tradicional que nos tiene viviendo en la inequidad, hoy no importa pandemia, el COVID es una mera gripa y el susto por contraerla es casi nulo, marchamos, escupimos al aire, exigimos y repetimos a grito herido ¡Presente! ¡Presente! ¡Presente y combatiente!, llenamos las redes sociales con hashtags como #SOSColombia o #NosEstanMatando, entre muchos otros.
Pero también se nos olvida que alguna vez, hace muchos años, por allá en el lejano y olvidado año 2018 (Ironía), se realizó la consulta popular anticorrupción en nuestra amada tierra tricolor, con Duque recién puestesito en el poder, se dio inicio a un proceso electoral que se realizó a finales del mes de agosto (Otro agosto negro) y en el cual, de 36 millones y un poco más de votantes inscritos, tan solo una ridícula suma de 11 millones, salieron a votar, ocasionando que irremediablemente la consulta quedara una vez más como todas aquellas propuestas que auguraban un cambio real en Colombia, es decir, enterrada, olvidada como las buenas ideas que seguramente habrían hecho crecer más este país y el mundo en general, recluida con vergüenza en un rincón polvoriento de nuestra historia.
En fin, enterrada de la manera que fuere, algunas ideas en Colombia se entierran con sangre y plomo, otras como ésta, con indiferencia y olvido; la gran mayoría de los mismos colombianos prefirieron descansar aquel fatídico domingo, y hoy salen buscando entre la noche la oportunidad de alimentar ese odio e inconformismo, cuando tuvieron una oportunidad de lograr las cosas de manera fácil, tan solo levantándose un día temprano para evitar trancones y/o aglomeraciones, dirigirse a su zona de votación asignada, presentar su cédula y dibujar con lapicero siete hermosas “X”.
Pero no, al colombiano le gustan las cosas a las malas, sufridas, al último minuto para poder decir que no es su culpa sino de otro, chocando a las carreras contra las paredes... Y no, muchas veces no es así, algunas de ellas sólo se necesitan ganas y sacudirse la pereza, como diría el lobito rosado, Aurelio Cheveroni. Hoy nos alimentamos de todo el odio que sentimos por los políticos y a grito desenjalmado nos puteamos entre todos, decimos que la izquierda es guerrilla y que la derecha es paraca, nos odiamos si hablamos de Petro o de Uribe, dejamos de hablarnos entre familiares y amigos por dos conceptos tan superfluos como el ser de izquierda o de derecha, pero lo más curioso es que en fondo sabemos que los extremos son malos y que la polarización le hace daño al país, pero aún así seguimos votando igual, seguimos decidiendo igual, nos duele mucho Colombia, según se oye en las calles, pero a la hora de votar, a la hora de decidir por nosotros mismos, ahí sí, nos duele todo y nos pasa de todo, dejamos pasar las oportunidades y esperamos que se vuelvan a presentar con ansias locas, pero cuando se presentan los momentos de verdad, todo se nos olvida nuevamente.
Esperemos que se recuerde lo que está pasando hoy y que el día que votemos o que se nos de la oportunidad de hacerlo, lo hagamos, sin miedo, con ganas, sin excusas, con inteligencia, críticos, honestos con nosotros mismos. Que así como no se nos olvida lo que pasa hoy, no se nos olvide que si flaqueamos, será nuevamente por nuestra culpa, que no se nos olvide que nosotros hemos ayudado a que todo esto pase, que no se le olvide a la gente que cuando recibe el bulto de cemento, el tamal, el mercado de cincuenta mil pesitos o el plato de lechona, es para comprarles el voto y el que compra para ganar, llega para robar.
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