Cada día nace una idea en papelillos de mi escritorio, en servilletas con sobras de alimentos mañaneros, en archivos del computador de mi trabajo...
Se moldea una historia de muerte y fascinación por la bestia interna, por ese ser sin escrúpulos que decide salir de vez en cuando y nos ahoga en adrenalina...
Se escribe una historia con sangre de más santos que pecadores, se escribe con dolor, pasión, crueldad e improvisación. Se escribe también con amor, con pasión, lujuria y deseo por el sexo femenino, se escribe en la espalda húmeda de una mujer desconocida en cama ajena.
Ser romántico, sexual, apasionado, odiar el desamor, ahogarse en el cuerpo femenino, amar cada experiencia con una mujer, despreciar el rechazo, amar y odiar por igual, escribir cada sentimiento de amor y odio, hablar de experiencias propias e imaginarias en mis escritos, dejar volar la imaginación del lector con mis letras y tratar de conectar con recuerdos y sentimientos muy propios. Juan Guillermo Gutiérrez Aragón.
LA OSCURIDAD QUE IMPREGNA EL AMOR
LA OSCURIDAD QUE IMPREGNA EL AMOR
Lugar creado para dar espacio a los oscuros escritos que se tatúan como runas espectrales en la piel del dolor, todas las palabras se mojan en lágrimas de lamentos interminables y se escriben prácticamente solas en hojas de papel desgastado y corroído por la realidad que se vive en un mundo lleno de vástagos de las tinieblas, herederos del terror que buscan en la opacidad de la noche, un rincón donde poder dar rienda suelta a sus odios y donde poder conseguir mantener ocultos sus máximos temores y sus más mórbidos sentimientos, logrando encarcelar su indescriptible y casi inalcanzable amor presente.
Este espacio surge para dar luz y color a todo aquello que permaneció oculto por miedo a no ser apreciado, ser amante de la oscuridad y la noche y ver en esas dos damiselas, las cómplices perfectas para escribir, imaginar y recordar todo lo que el corazón desea con fervor.
miércoles, 24 de agosto de 2011
┼ LAS PUERTAS DEL INFIERNO ┼
El Portal del Inframundo había abierto sus puertas a la tierra para la presentación de toda una gama de miedos, crueldades, sangre, terror y locura posibles. La gente gritaba y se retorcía de dolor cuando eran víctimas de algún ataque psicoquinético efectuado por uno de los tantos demonios que caminaban por el suelo terrestre, influían de manera perversa en la materia, deformaban los cuerpos, derretían piel y huesos por igual, el pánico recorría las calles como nunca ningún posible presagio de guerra a futuro pudo hacerlo en ningún momento.
El caos era tal que los gritos y lamentos acallaban las explosiones de los automóviles y el sonido de los edificios derrumbándose, los bebés lloraban intensamente y nadie hacía nada por levantarlos del caliente suelo, las llamas abrazaban a los más religiosos, su fe era la primera que se sacrificaría, así se acabaría la esperanza en los más débiles de espiritualidad, el suelo se abría de par en par, los crujidos aterraban a los incautos, la multitud sufría, los cuatro jinetes del apocalipsis había subido a la tierra y estaban desplegando toda su voracidad, el Caballo Blanco cabalgado por el Jinete de la Victoria portaba su arco, mostraba el expansionismo religioso de terror que se había difundido por la tierra, ninguna persona estaba a salvo de su flecha, el rango de ataque era algo descomunal.
El Caballo Rojo cabalgado por el Jinete de la Guerra sembraba discordia a su paso, hacía que se degollaran unos a otros, incitaba a la batalla, su gigante espada se blandía sobre las espaldas de los más fuertes, reducía la fuerza del ejército terrestre, nunca ningún soldado fue preparado para una batalla tan irreal y desigual, la sosobra se esparcía por sobre la multitud, todo era dolor y era sólo el comienzo de la calamidad, pero aún no era el fin,... sólo era el comienzo de El Infierno en la tierra.
El Caballo Negro cabalgado por el Jinete del Hambre, traía desazón en sus cascos, los cultivos se quemaban a su paso, la comida empezaba a podrirse, el agua se secaba, los víveres eran exterminados, la comida se convertía en un mito... los pocos supervivientes tendrían que comerse a sí mismos si decidieran sobrevivir en un mundo sin nada más que caos, dolor y destrucción.
El Caballo Pálido cabalgado por el Jinete de La Muerte, llevaba su inconfundible nombre por todos y cada uno de los rincones de la tierra, desplegaba todas las plagas anteriores a su paso, con su guadaña repartía mortandad, a corta y larga distancia, mataba con la hambruna y con espada, algunos se convertían en momias con el paso del Caballo de la Peste, el color verde grisáceo del animal del Hades entregaba dolor y pestilencia a su paso, las personas se quemaban, se desnutrían, se suicidaban, se mataban entre sí, el camino para el Príncipe Lucifer se adornaba con sangre y carne en descomposición, los cuerpos lacerados y otros que aún ardían en llamas adornaban los pilares de huesos que los demonios habían hecho para recibir al hacedor del mal, la tierra rugía, se partían en varias partes los suelos, el clima era denso, el sonido del fuego quemando todas las cosas de la superficie y los gritos de las personas que seguían muriendo, ensordecían los oídos de los pobres miserables que seguían aún con vida.
El suelo temblaba, los pequeños charcos de agua putrefacta que se habían formado en las grietas producto de las pequeñas "lluvias de ácido" que se estaban presentando, se movían y producían unos anillos de movimiento, unas ondas de agua, como si un gigante se acercara lentamente desde las profundidades de un cráter que se había formado cerca de la costa de la ciudad.
El cielo se había oscurecido completamente, las almas en pena habían sido liberadas de su eterno tormento, sólo para caminar nuevamente en la tierra asustando y persiguiendo con ansiedad y esquizofrenia a los vivos, enloqueciendo con sus lamentos y quejidos desgarradores a todos cuantos y quienes se atravesaran en su camino, abominaciones indescriptibles emergían de los suelos, el agua potable se tornaba sucia y nacían gusanos por montones de los grifos de las calles y lavados de las casas en todo el mundo, de las alcantarillas de las ciudades eran vomitadas bocanadas de agua con elementos en descomposición, los mares de teñían de de un rojo carmesí tentador para cualquier asesino, los animales morían en todas partes del mundo, el cielo parecía quebrarse en mil pedazos, Satanás esparcía terror y angustia en todo el mundo, las edificaciones colapsaban en cada rincón de la Tierra, los demonios caminaban ahora entre los vivos, el fuego era ahora el aire que aquellas malditas bestias respiraban, pocos quedaban aún con vida, solo aquellos que no querían morir tan prematuramente y además de todo no les importaba convertirse en entes sedientos de sangre y destrucción, se entregaban voluntariamente al Príncipe de las Tinieblas como sus servidores, sus carnes eran devoradas por el fuego y sus cuerpos se deformaban brutalmente, se convertían en híbridos que terminaban buscando a los pocos que todavía se escondían tras las sombras, esperando con angustia una muy segura muerte, que podía estar en cualquier lugar, lista para reclamar sus almas y llevarlas al tormento eterno en las calderas del mismísimo Infierno.
El suelo temblaba, los pequeños charcos de agua putrefacta que se habían formado en las grietas producto de las pequeñas "lluvias de ácido" que se estaban presentando, se movían y producían unos anillos de movimiento, unas ondas de agua, como si un gigante se acercara lentamente desde las profundidades de un cráter que se había formado cerca de la costa de la ciudad.
+Se acerca El Príncipe de las Tinieblas+
El Titán salía de la tierra, el cielo parecía venirse al suelo, la lava ardiente explotaba desde la tierra y se disparaba por los aires, los mil años se habían cumplido ya, desde hacía un tiempo venía paseándose por la tierra, corrompiendo los corazones de las personas, confundiendo a las naciones, llevándolas a la guerra, produciendo desconfianza entre todos, el Gran Demonio había por fin salido a la luz de los ojos de todos y el tamaño de La Bestia era impresionante, era imponente, el fuego lo abrazaba y todo en Él era aversión, el calor que se desprendía de su cuerpo era abominable, la lava ardiente explotaba atrás de su cuerpo y podía percibirse la oscuridad que venía tras de Él, todo en Él era todo confusión y caos, era todo odio, desprecio, abominación y rencor, cualquier sentimiento positivo que aún se encontraba oculto en los corazones de algunas personas en la superficie terrestre, era contrarrestado por todo el aire pernicioso y dañino que exhalaba El Bajísimo, la esperanza estaba siendo aplastada y el principio del fin era ya palpable.
Los demonios de El Príncipe de las Tinieblas habían tocado Suelo Santo, el Vaticano había sido destruído, también la antigua ciudad de Jerusalén en Israel, tierras palestinas y demás tierras Santas de la Tierra ya estaban siendo situadas por los macabros y diabólicos espectros, la malignidad y la corrupción de las almas con la vileza, la crueldad y la depravación era inevitable, los lamentos eran interminables, las lágrimas se derramaban sin clemencia alguna, la fé se derrumbaba, el fuego del Infierno se posaba sobre la Tierra, de las grietas que se formaban salían infinidad de sonidos, gritos aterradores y espectros maléficos que desgarraban la piel de personas que aún quedaban en pie, los animales huían despavoridos de un lugar a otro, unos eran deformados producto de la magia negra que se apoderaba de ellos, otros simplemente morían calcinados o caían derrumbados al suelo víctimas de los aires putrefactos y venenosos que salían de los suelos agrietados.
Los demonios de El Príncipe de las Tinieblas habían tocado Suelo Santo, el Vaticano había sido destruído, también la antigua ciudad de Jerusalén en Israel, tierras palestinas y demás tierras Santas de la Tierra ya estaban siendo situadas por los macabros y diabólicos espectros, la malignidad y la corrupción de las almas con la vileza, la crueldad y la depravación era inevitable, los lamentos eran interminables, las lágrimas se derramaban sin clemencia alguna, la fé se derrumbaba, el fuego del Infierno se posaba sobre la Tierra, de las grietas que se formaban salían infinidad de sonidos, gritos aterradores y espectros maléficos que desgarraban la piel de personas que aún quedaban en pie, los animales huían despavoridos de un lugar a otro, unos eran deformados producto de la magia negra que se apoderaba de ellos, otros simplemente morían calcinados o caían derrumbados al suelo víctimas de los aires putrefactos y venenosos que salían de los suelos agrietados.
+Belcebú y los quemados+
El cielo se había oscurecido completamente, las almas en pena habían sido liberadas de su eterno tormento, sólo para caminar nuevamente en la tierra asustando y persiguiendo con ansiedad y esquizofrenia a los vivos, enloqueciendo con sus lamentos y quejidos desgarradores a todos cuantos y quienes se atravesaran en su camino, abominaciones indescriptibles emergían de los suelos, el agua potable se tornaba sucia y nacían gusanos por montones de los grifos de las calles y lavados de las casas en todo el mundo, de las alcantarillas de las ciudades eran vomitadas bocanadas de agua con elementos en descomposición, los mares de teñían de de un rojo carmesí tentador para cualquier asesino, los animales morían en todas partes del mundo, el cielo parecía quebrarse en mil pedazos, Satanás esparcía terror y angustia en todo el mundo, las edificaciones colapsaban en cada rincón de la Tierra, los demonios caminaban ahora entre los vivos, el fuego era ahora el aire que aquellas malditas bestias respiraban, pocos quedaban aún con vida, solo aquellos que no querían morir tan prematuramente y además de todo no les importaba convertirse en entes sedientos de sangre y destrucción, se entregaban voluntariamente al Príncipe de las Tinieblas como sus servidores, sus carnes eran devoradas por el fuego y sus cuerpos se deformaban brutalmente, se convertían en híbridos que terminaban buscando a los pocos que todavía se escondían tras las sombras, esperando con angustia una muy segura muerte, que podía estar en cualquier lugar, lista para reclamar sus almas y llevarlas al tormento eterno en las calderas del mismísimo Infierno.
El infierno estaba ahora en la Tierra, la locura invadía las mentes de las personas, el dolor, el horror y la angustia se apoderaban rápidamente de cada ser vivo en el planeta, todo era Caos, todo era terror y muerte, el Infierno estaba en la Tierra, el Infierno era Real.
Juan Guillermo Gutiérrez Aragón.
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