LA OSCURIDAD QUE IMPREGNA EL AMOR



LA OSCURIDAD QUE IMPREGNA EL AMOR

Lugar creado para dar espacio a los oscuros escritos que se tatúan como runas espectrales en la piel del dolor, todas las palabras se mojan en lágrimas de lamentos interminables y se escriben prácticamente solas en hojas de papel desgastado y corroído por la realidad que se vive en un mundo lleno de vástagos de las tinieblas, herederos del terror que buscan en la opacidad de la noche, un rincón donde poder dar rienda suelta a sus odios y donde poder conseguir mantener ocultos sus máximos temores y sus más mórbidos sentimientos, logrando encarcelar su indescriptible y casi inalcanzable amor presente. Este espacio surge para dar luz y color a todo aquello que permaneció oculto por miedo a no ser apreciado, ser amante de la oscuridad y la noche y ver en esas dos damiselas, las cómplices perfectas para escribir, imaginar y recordar todo lo que el corazón desea con fervor.



SE MOLDEA UNA HISTORIA

Cada día nace una idea en papelillos de mi escritorio, en servilletas con sobras de alimentos mañaneros, en archivos del computador de mi trabajo... Se moldea una historia de muerte y fascinación por la bestia interna, por ese ser sin escrúpulos que decide salir de vez en cuando y nos ahoga en adrenalina... Se escribe una historia con sangre de más santos que pecadores, se escribe con dolor, pasión, crueldad e improvisación. Se escribe también con amor, con pasión, lujuria y deseo por el sexo femenino, se escribe en la espalda húmeda de una mujer desconocida en cama ajena.


Juan Guillermo Gutiérrez Aragón.


miércoles, 21 de junio de 2017

ATARDECER

Aquellos ojos marcaron mi mente y el aire susurraba cantares desquiciados en mis oídos, su cabeza en mi hombro relajaba mis músculos, mientras sucumbía en un coma profundo, su cerebro daba vueltas en aquel mar de películas bordadas y el mundo de los sueños le abría las puertas.

Acariciaba su rostro con mi respiración y mis dedos se imantaban con su piel, su cabello era fácil de domar y me hacía presa de su suavidad, mi mirada se perdía en su rostro, el sueño desaparecía y mi concentración se dirigía hacia sus labios, los cuales no podía besar.

Finalmente abría sus ojos y aquella mirada aletargada se acompañaba de una pequeña sonrisa dibujada con picardía, su rostro se acercaba y un pequeño beso se plantaba en mi mejilla, nuestros cuerpos se levantaban y la tarde caía.


Juan Guillermo Gutiérrez Aragón.

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